¿Qué es la salud mental materna y por qué importa hablar de esto?
La salud mental materna es el estado de bienestar emocional, psicológico y social de las personas que atraviesan un embarazo, un parto o el puerperio. Para la OMS, implica no solo “no tener un trastorno”, sino también que la mujer pueda sentirse acompañada, tener recursos para enfrentar los cambios que trae esta etapa, y sostener vínculos que la nutran y la cuiden.
Porque el embarazo y el posparto no son solo momentos fisiológicos: son también experiencias profundamente emocionales que merecen ser acompañadas.
En esta etapa, muchas mujeres se enfrentan a exigencias externas e internas, cambios corporales y vitales, mandatos contradictorios, miedo, culpa, ansiedad. Y aunque todo eso puede formar parte de un proceso esperable, en muchos casos puede escalar hasta convertirse en un trastorno emocional. De hecho, según datos recientes, 1 de cada 5 madres primerizas atraviesa un trastorno de ánimo o de ansiedad perinatal.
La buena noticia es que existen herramientas, acompañamientos y abordajes clínicos que pueden hacer una gran diferencia. Y todo empieza por algo simple, pero poderoso: empezar a hablar de lo que sentimos sin miedo ni vergüenza.

Embarazo y emociones: ¿es normal sentirse así?
El embarazo y el puerperio son etapas de enormes transformaciones. Cambia el cuerpo, los roles, las relaciones y también cambia el mundo emocional. Es esperable sentir miedo, cansancio, irritabilidad, tristeza o todo junto.
Cuando esas emociones no bajan, se intensifican o empiezan a interferir en la vida cotidiana, es importante prestar atención. La ansiedad persistente, la tristeza profunda, los cambios bruscos de humor, el insomnio o el aislamiento emocional pueden ser señales de alerta.
Muchas veces se escucha hablar del “baby blues”: un estado transitorio que afecta hasta al 80% de las mujeres después del parto. Suele aparecer entre el segundo y quinto día posparto, dura algunos días y desaparece sin necesidad de tratamiento.
Pero cuando los síntomas se prolongan más allá de las dos semanas, se intensifican o dificultan el vínculo con el bebé y el entorno, puede tratarse de algo más: una depresión posparto o un trastorno de ansiedad perinatal.
Depresión y ansiedad en el posparto: cómo identificarlas
La depresión posparto no siempre se ve como en las películas. No siempre hay llanto constante ni rechazo hacia el bebé. A veces se presenta como una sensación de vacío, una tristeza que no se va, una culpa que no se puede explicar, o simplemente la certeza de que “algo no está bien”.
Entre los síntomas más frecuentes se encuentran:
- Tristeza persistente o irritabilidad intensa.
- Falta de conexión con el bebé o con el entorno cercano.
- Ansiedad elevada, ataques de pánico, pensamientos intrusivos o catastróficos.
- Alteraciones en el sueño o el apetito, más allá de los cambios normales de la maternidad.
- Dificultad para disfrutar de actividades cotidianas.
- Culpa desmedida, miedo a “no estar a la altura” o sensación de inadecuación constante.
En muchos casos, estos síntomas aparecen sin que nadie los note. A veces incluso la madre los justifica o los normaliza. Por eso, identificarlos es el primer paso para empezar a sanar.
La duración puede variar: en algunos casos, la depresión posparto dura semanas; en otros, puede prolongarse por meses si no se aborda adecuadamente. Lo mismo sucede con los trastornos de ansiedad en el embarazo o el puerperio.
Pedir ayuda no es un signo de debilidad. Es un acto de amor propio, y también de cuidado hacia el bebé.

¿Y si soy acompañante? Cómo estar presente sin invadir
Acompañar a una madre durante el embarazo o el posparto no siempre es fácil. Muchas veces, queremos ayudar, pero no sabemos cómo. O, sin querer, terminamos invalidando lo que siente, con frases como “ya se te va a pasar” o “otras pudieron, vos también”.
Estar presente no significa tener respuestas. Significa poder ofrecer escucha sin juicio, presencia sin presión.
Algunas claves para acompañar de forma respetuosa:
- Escuchar sin minimizar: “Estoy acá para lo que necesites. ¿Querés contarme cómo te estás sintiendo?”
- Validar sus emociones: “Tiene sentido que te sientas así. Son muchos cambios.”
- Preguntar sin invadir: “¿Querés que te acompañe a la consulta?”, “¿Preferís estar sola?”
- Evitar el consejo automático: a veces solo hace falta un abrazo o acompañar en silencio.
Y algo fundamental: estar atent@s a los signos de malestar. Puedes sugerir que busque acompañamiento profesional. “No estás sola. Podemos buscar a alguien junt@s si quieres” pueden abrir una puerta amorosa hacia el cuidado.
Habitar la vulnerabilidad: maternar no debería ser sinónimo de soledad
La maternidad suele estar rodeada de imágenes idealizadas: felicidad plena, instinto inmediato, conexión automática con el bebé. Pero maternar también implica atravesar momentos de cansancio extremo, dudas, culpa y soledad emocional.
Muchas veces, estas emociones no se nombran por miedo a ser juzgadas, por vergüenza o por no encajar en el “deber ser” que impone la sociedad. Pero sentirse desbordada no significa estar fallando como madre. Significa ser humana, habitando una etapa de altísima demanda física y emocional.
En una conferencia de prensa, Jennifer Lawrence comparte cómo fue para ella, al ser madre, filmar una película que habla sobre los enormes retos para la mujer después del parto y la maternidad.. El video se volvió viral, tal vez porque muchas se sintieron reflejadas en esa mezcla de emociones. Podés verlo acá.
Validar la ambivalencia —el amor mezclado con el cansancio, la felicidad con el miedo— es clave para proteger la salud mental materna. Y sin embargo, todavía hay muchas mujeres que transitan el puerperio sintiendo que no pueden hablar de lo que les pasa sin ser criticadas.
Por eso, reconocer la vulnerabilidad como parte legítima de la experiencia materna es un acto de salud. Y construir redes de apoyo no es un lujo: es una necesidad.
¿Cuándo pedir ayuda?
Durante el embarazo o el posparto, sentirse movilizada emocionalmente es esperable. Pero cuando el malestar se vuelve constante, intenso o interfiere en la vida cotidiana, es momento de pedir ayuda.
No hace falta llegar a un punto límite para consultar. Poder decir “no me estoy sintiendo bien” ya es un paso enorme hacia el cuidado.
Reflexión final: hablar también es maternar
La salud mental materna es un aspecto esencial del bienestar de quienes atraviesan el embarazo, el parto o el puerperio.
Nos enseñaron a cuidar, a dar, a estar fuertes. Pero también necesitamos que nos pregunten cómo estamos —y poder decirlo con libertad—.
Nombrar lo que sentimos no es signo de debilidad: es el inicio del cuidado.
En este artículo encontrarás
Si te sientes confundida, triste, sola o simplemente desbordada… recuerda que estás atravesando una experiencia compleja, para la que hay recursos, redes y personas que pueden acompañarte.
Pedir ayuda también es maternar.
🎧 ¿Querés profundizar más? Escuchá nuestro episodio “El labo B de ser mamá” de Psicología al Desnudo.